Carta de una mujer enamorada

Acapulco, Guerrero
2008

Necesito escribirte esta carta, aunque no sé si podrás leerla. La hago desde la misma computadora en la que tú escribiste, con la que te reíste y te enojaste, con la que muchas veces te emocionaste al trabajar tus dibujos en ella (me decías: ¡Mira, ven a ver lo que hice!).

Hoy es viernes. Sabes que los viernes eran especiales para nosotros. Como empezaba el fin de semana, teníamos unas horas para nosotros. Ahora estaríamos comprando algo para cenar y algo para tomar (pero dependería del dinero: o una cosa o la otra). Platicaríamos de política, de nuestros hijos, de lo orgullosos que estamos de ellos. Y al final de la plática, terminaríamos con la pregunta clásica: ¿Ya te quieres dormir? Entonces, nos iríamos a la cama y me abrazarías. Te sentiría cerca de mí, te diría que te amo, y me dirías que tú más. Y me harías sentir la mujer más bonita y deseada, y yo te amaría con todo mi corazón y todos mis sentidos.

Hagamos de cuenta que no te has ido, que no me has dejado. Hagamos de cuenta que estás aquí, conmigo.

Alita ya aprendió a manejar. Claro, ya sabes, cada vez que dice que va a sacar el coche me muero de angustia. Jerry la ha acompañado algunas veces. Se van, y corro por la casa de un lado a otra. ¡Sigue siendo una niña, con un carácter muy fuerte! Y no han faltado las peleas (ya sabes lo necia que es: igualita a ti). ¿Te acuerdas cuando peleabas con ella por el messenger? A veces, no podías más y me la pasabas, hasta que yo lograba calmara. Ahora es diferente: tengo que ser tú y yo al mismo tiempo, y sabes que no me gusta discutir (menos ahora, que me siento tan mal por tu ausencia). Poco a poco haré entender a Alita que no puede ser tan necia. Bueno, no creo que sea fácil: es una Aguilar.

En cuanto a Jerry, ya sabes: igual de serio, preocupado por sus residencias. Sigue transmitiendo todos los viernes, y pone la cortinilla que le grabaste. Tino y Betty lo escuchan en México, y algunas veces Luze y Jovic (algo que te dará mucho gusto es saber que Luze y su mamá ya se llevan mejor).

¡Te amo, mi amor! Yo sé que esta carta no es como cuando te ibas a trabajar a México o a Morelia. Pero es que no sé dónde estás. No logro comprender nada. Por otro lado, Tino, ya sabes, es un amor: no ha pasado un día sin que se preocupe por nosotros. Claro, le ha tocado la peor parte: verme llorar todos los días. Y él está haciendo todo lo posible y lo imposible por tratar de explicarme qué es todo esto.

Como te imaginas, mi vida no es la misma sin ti. Siento que algo muy importante me falta, y lo peor es que no puedo hacerme a la idea de que así será de ahora en adelante. Yo sé que tengo a los niños, pero no es lo mismo. ¿Por qué la vida es así? Acuérdate que sufrimos mucho cuando los niños no estaban con nosotros, y ahora estoy con ellos en donde queríamos estar. Y no estás tú. No entiendo. ¿Era mucho pedir estar juntos los cuatro de nuevo? Ver a nuestros nietos, llegar a ser viejitos, muy viejitos, y seguirte amando como desde el primer día que te vi. Poder ver tu sonrisa, escuchar tu voz, tocar tu mano, salir a la calle tomados de la mano, ir al Zócalo… ¿Te acuerdas cuando viajábamos en Metro? Al llegar a la estación Patriotismo, siempre me dabas un beso.

Dicen que esta tristeza que siento tiene que pasar. Pero, no sé, es lo más horrible que me ha pasado en la vida, en nuestra vida: vivir sin ti.

Mi vida yo sé que nunca será la misma. Simplemente ahorita: no será como todos esos viernes. Tú no estás aquí, ni estarás. Y lloro desconsoladamente, porque no puedo tocarte ni escuchar tu risa, ni tu voz, ni nada. Ya no vamos a dormir juntos, ni vas a decir que me amas, ni vas a tocarme… ni nada. Nunca más.

Sólo puedo decirte que te amo. No sé si puedas escucharme, pero te amo, amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dame un beso