Summer in the city

Summer in the city (1966) no es raíz de la psicodelia ni heraldo del movimiento hippie, y su sonido no coincide con el ánimo tribal y panteísta del San Francisco de 1967.

¡Es Nueva York, es John Sebastian a los veintidós años, no Scott McKenzie en Monterey Pop! Y aunque el Central Park también tuvo su ataraxia zen y sus jóvenes de terciopelo en flor de loto, lo que Lovin’ Spoonful retrata es una ciudad fastidiada por el calor y la rutina, una ciudad de taladros y automóviles.

Se escucha un Volkswagen. Es fácil identificar el modelo por el ruido del motor: 1959, Sedán 1200, con 34 hp.

No es cierto, sólo sé que es un vochito.

Se escucha una ciudad que vocifera, una ciudad que suda y ansía la noche, las horas soportables del verano. ¡Sí, la noche! Dionisios eterno, Dionisios entero. Y que Apolo salte desnudo sobre la yerba del Golden Gate Park mientras canta If you're going to San Francisco, be sure to wear some flowers in your hair. Porque el erótico Ditirambo anda en Nueva York, y grita:

Hot town, summer in the city
Back of my neck getting dirty and gritty
Been down, isn't it a pity
Doesn't seem to be a shadow in the city

All around, people looking half dead
Walking on the sidewalk, hotter than a match head

But at night it's a different world
Go out and find a girl
Come-on come-on and dance all night
Despite the heat it'll be alright



And babe, don't you know it's a pity
That the days can't be like the nights
In the summer, in the city
In the summer, in the city

John Sebastian nació en Nueva York en 1944, y creció en Greenwich Village, donde respiró el ambiente artístico de su casa (visitada por Burl Ives, Woody Gutrie y otros músicos, amigos de sus padres), y donde bebió la cerveza barata de los bares cercanos, amenizados por viejos de la talla de Lightnin’ Hopkins y Misssissippi John Hurt (una de las canciones de este último, Coffee Blues, contiene los versos que sirvieron para bautizar a la banda de Sebastian: Lovin’ Spoonful).

El 9 de febrero de 1964, John Sebastian asiste a una reunión de amigos en casa de Cass Elliot (sí, Mama Cass, gorda preciosa, que en paz descanse) para ver juntos el debut de los Beatles en el show de Ed Sullivan, y es ese día cuando conoce a Zal Yanovsky (q.p.d.), con quien funda Lovin’ Spoonful al principio del siguiente año (también participan en esa fundación el bajista Steve Boone y el baterista Joe Butler).

1966 fue, en mi caso particular, un año de pasiones, veneraciones y depravaciones: me volví fanático religioso, fanático onírico-sexual culpígeno, fanático de Julio Verne (Bradbury llegaría cuatro años después), entusiasta admirador de Guy de Fontgalland, fanático del fútbol y fanático de la radio y los discos chiquitos (45 rpm).

Pude combinar los juegos del Wembley Stadium (que transmitían a las cinco o seis de la mañana) con la sintonización radiofónica de una música nueva... o diferente a la que escuchaban mis padres (no creo haber utilizado entonces el término rock): She's not there, de los Hollies; Ramona, de los Bachelors; Mr. Tambourine Man, de los Byrds; Black is black, de Los Bravos; Sunny Afternoon, de los Kinks. Además, los Beatles y los Rolling Stones ya eran dueños absolutos de nuestras almas.

Sin embargo, no escuché Summer in the city ese año, sino hasta los doce, cuando las fiestas de mis hermanas en casa de mi tía abuela se dieron de manera más seguida.

La canción pertenece al álbum Hums of the Lovin’ Spoonful (cuya portada es espantosa, a propósito). De cualquier manera, no sabía entonces quién la interpretaba ni quién era su autor; eso lo supe ya entrados los setenta (ahora me entero que la maqueta de la composición es en realidad de Mark Sebastian, hermano de John, y que Steve Boone es quien añadió el remate instrumental que aparece a la mitad de la pieza).

Lo cierto es que ésta es una de las canciones que tengo bordadas en el corazón.

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